ANTOÑICO, QUERIDO AMIGO…
Te mentiría si te dijera que recuerdo exactamente cuando fue la última vez que nos vimos, que nos abrazamos. Hacía calor, bastante calor diría yo.
Fue por la mañana, sobre las 11 aproximadamente. Yo salía de correos y justo al pisar la Glorieta vi tu cara sonriente, pues ya me habías visto unos segundos antes que yo a ti.
Nos dimos la mano y nos abrazamos, hablamos sobre mi estado de ánimo, sobre mis proyectos, me animaste con tus palabras de apoyo y confianza en mis según tu “capacidad de trabajo e ilusión”…
Te pregunté por tu salud… a veces nos habíamos llamado, yo a ti menos por si te pillaba con el tratamiento y para no molestarte, tu si me llamaste varias veces mientras estabas “enchufado” ¿te acuerdas?.
Me dijiste que te daban el alta ya, que estabas estupendo...
Me dijiste que te daban el alta ya, que estabas estupendo...
Te vi relativamente fuerte, te mostraste animado, salió el tema de tu trabajo, sobre tu futuro… quedamos en hablar, yo te dije que no lo dejaras pasar y que nos llamaras al Benigil y a mi… me dijiste que estabas como loco por volver a tomarte un buen asiático con nosotros, como tantas docenas de veces lo hicimos en el Bar Sol…
Querido amigo, hermano…
Hoy mismo hemos estado unos cuantos Maromos tomándonos un par de cervezas, con el Indio que poco a poco se va poniendo fuerte, va saliendo de su accidente.
Estábamos el propio Pepe, Alejandro, Paco el Perla, su hermano Juan el Tabajara y yo mismo, ni a Gines ni a Severo he podido localizarlos.
Te decía, que nos hemos tomado una par de cervezas, un poco de pulpo al horno… y hemos cantado nuestras viejas canciones.
Alguien ha retado a los demás con el clásico “faltan güevos pa salir otra vez de Maromo con el disfraz de…”
Ha sido un buen rato, muy agradable, lo estaba pasando muy bien, pues como tu sabes, con los buenos amigos siempre se pasa bien.
He salido del local, allí no había cobertura y tenía que controlar unas cosas del trabajo…
¡pero me cagon en la leche Antonio…!
¡pero me cagon en la leche Antonio…!
Me han entrado un par de llamadas perdidas, sin importancia... pero querido Antoñico… se me ha agriado la saliva en un segundo... me ha llegado un mensaje de Ginés, nuestro Benigil… el mensaje dice que has fallecido, que estás en Estavesa…
En dos minutos me he plantado allí, con esa tensión indomable, la que se mete en pleno cuello y te muerde… miro agobiado al tablón de anuncios, pero sabiendo que va a ser verdad lo que me dice Ginés…
Leo tu nombre en el tablón “Sala 4, Antonio Munar…!
Con la cara metida en el pecho he subido las escaleras (por otra parte tan conocidas) me he tropezado con tu mujer, nos hemos abrazado… tu hijo… me dice que me llamasteis tan solo hace unos días… y yo sin enterarme siquiera, querido Antoñico…
No te he podido ver, la caja estaba cerrada… he salido algo más que rápido... querido amigo mío…
Que la eternidad te trate como tu te mereces, que solo puede ser bien, mejor que bien.
Querido Antonio…