Seguramente con el importe de la factura de luz de un solo mes se pagarían las de todo el año del sombrío casino nuestro.
Cuatro o cinco recepcionistas en la entrada perfectamente vestidos.
La luminosidad que desprendían sus salas, paredes, techos y suelos infunden optimismo, sin duda sabes que estás entrando en un lugar de vida, de cultura... de negocios.
No vi ni rastro de abandono, oscuridad, ni frío; al entrar todo era armonía, ni miradas tipo rayos X para ver quien era ese intruso que subía por el !ascensor! hasta la sala de gobierno a reunirse con algunos de sus mandatarios.
No hay que comparar para apenarse ni endemoniarse, pero si para al menos imitar las cosas buenas y agarrar por la corbata a quien sea preciso, empezando por los propios directivos y socios y darle una sonora vuelta a la campana.
A tan solo 51 kilómetros de nuestro Casino de la Calle Mayor, oscuro, frío y, eterno castillo de un Dracula ya hace tiempo empobrecido.
Este se encuentra en otra dimensión planetaria en las formas de ver, hacer y resolver.
Y que no me vengan con que allí los apoya el gobierno, caja no se que, el ayuntamiento...
"Chuchos de rata" que diría mi abuela.
¿Los gestores de allí y aquí han escarbado lo mismo, a la misma gente, de la misma manera, con la misma fuerza y en las mismas teclas y cinceles?
Seguro que tanto los de allá como los de acá, se lo han ganado a pulso, ahí están los resultados.
Solo hay que entrar aquí y allí, sobrarán todas las palabras.
!Que envidia pijo!