lunes, 14 de noviembre de 2011

ESTUPENDO FIN DE SEMANA DE PASEO POR SEGOVIA Y ALGUNO DE SUS BELLOS PUEBLOS


El autobús nos dejó en el máximo de lo que podía subir, tanto por lo empinado de la cuesta y sobre todo, por su estrechez.
La belleza frente a la belleza
Con calma descendimos del vehículo, los paraguas comenzaron a abrirse, pues la lluvia nos recibió tan solo pisar el suelo. Era tan agradable el contacto con el agua en la cara, que guardé la cámara bajo el chaquetón chubasquero, con la mano izquierda en el bolsillo levantaba la máquina para aliviar su peso de mis dañadas cervicales, el leve viento traía algo de frío que sorprendentemente para mi, no me metía dolor en los huesos. Lo que se dice de frío sin humedad, pues que es cierto, yo lo comprobé de forma clara.

En una brevísima meseta casi en mitad de la rampa que llevaba hasta el pueblo, hice la parada, saqué mi canon y tome unas fotos; colores de otoño, espléndida gama tonal, nubes oscuras, árboles de hojas doradas como el oro, azafranadas y tonos ocres en primer plano, arropados de numerosos matices de verdes, verdes de mil clases de verde.
Con el paso de los años...
La masa de nubes, de las de verdad, como pintadas al puntillismo, su lejana torre de iglesia centenaria.
El color de otoño tal y como uno piensa que tiene que ser
Calles algo más que estrechas, muchos bares y restaurantes, la visión del fuego en su interior, tal vez preparando las brasa para la obligada carne de la comida cercana.

Lo que se visita por primera vez, atrae de forma especial, pero la verdad es que está todo limpio y cuidado, a lo viejo y antiguo se le ve claramente el paso del tiempo, pero no suciedad ni descuido.
Calles centenarias con parabólica incluida


Tampoco escaseaban las casa antiguas equipadas con  bastantes antenas parabólicas.


Tal vez, exceso de señales de tráfico que afean muros y callejuelas, pero sorprendente limpieza en un lugar con tantos árboles de hojas otoñales haciendo lo que se espera de ellas… caer.

Pues a pesar de esto, todo limpio.