Guerreros del futuro que vienen del pasado
Los festeros escenificaron la marcha de sus ejércitos a pie, mediante coreografías sobrias pero efectivas y rituales algo más clásicos como hacer chocar las falcatas contra los escudos o hacer girar las hondas al aire; lo escenificaron al galope, porque Aníbal e Himilce avanzaron en una carroza tirada de forma simbólica por un enorme caballo de cartón-piedra; y lo escenificaron volando, porque una inmensa águila manejada por un guerrero con un hacha a varios pies del suelo anunció a los romanos, a los que además comandaron Escipción y Emilia Paula sobre una plataforma giratoria con forma de espada que ponía fina a una larguísima carroza adornada con macetas de helechos.
Todo era un continuo deleite para la vista, por el vaivén de unos zancudos, los arriesgados malabarismos con antorchas o el avance de una ballesta sobre ruedas. También era un gozo para el oído, por el sonido de gaitas, flautines o bandas de músicas, para el olfato. Y, como sabroso remate, también era un disfrute para el gusto porque a los espectadores les repartían caramelos, vino dulce o chocolatinas con forma de monedas de oro-euro.
La marcha de tropas y legiones ayer hacia el campamento sirvió para demostrar que carthagineses y romanos gozan de una nutrida cantera que garantiza un futuro prometedor para que la ciudad siga conmemorando durante muchos años las guerras púnicas. Los numerosos grupos de pequeños del desfile luchaban por marcar el paso como los mayores.
Quienes auguran malos presagios para el futuro de las fiestas de Carthagineses y Romanos, tuvieron su respuesta ayer en la marcha de tropas y legiones hacia el campamento, en la que abundaban los grupos de niños y niñas ataviados con sus trajes de época cuidados hasta el mínimo detalle. Incluso aquellos que se sumaron en sus carricoches empujados por sus coches.