A las 9 horas y 28 minutos de la mañana del 20 de diciembre de 1973, en la céntrica calle Claudio Coello de Madrid, un Dodge Dart 3700 GT negro, el coche oficial de Luis Carrero Blanco, Almirante de la Armada y Presidente del Gobierno, voló 35 metros hasta posarse en la terraza de la iglesia de San Francisco de Borja.
--"Yo estaba en esos mismos instantes sirviendo desayunos, cargando los “portas” de la cafetera, sirviendo mucho carajillo y… algo liado y tal vez nervioso, porque aunque ya me conocía la cafetería y el almacenillo por haber estado allí en numerosas ocasiones, aquella mañana fría del 20 de diciembre de 1.973, hacía mi primer día de guardia como marinero y no como “peludo” en mi querido Cuartel de Instrucción de Marinería de Cartagena. Hacía cuatro días que había Jurado Bandera en el CIM.
Hice mi servicio militar como “repostero de sub oficiales”, esto era, de camarero, barman, cocinillas y alguna cosa más. Mi número de destino, es decir, mi identificativo, fue el curioso número -000- tres ceros, o el “sin número” como me solían decir. Siempre dando la nota y muchas veces sin poder evitarlo, esta es mi vida.
Los recuerdos de aquél día (ya lo he contado otras veces) son fuertes, marcaron mucho el resto de la mili, muchos sargentos, brigadas, etc, me recordaron para el resto de mili; aquellas horas me “situaron” muy bien a los ojos de un querido oficial que me protegió el resto de los 16 meses y pico que hice allí.
Tuve la suerte de no liarme ni “desaparecer” aquel día, sin gente que me ayudara (se habían ido de vacaciones los del primer turno de las navidades) yo debutaba, no faltó nada importante a pesar de la gran aglomeración de oficiales, jefes y sub oficiales que acudieron al CIM a causa de la orden de acuartelamiento.
Me sentí como un pájaro volando feliz, como cada vez que paso por esas emociones a veces extremas y que cuando las acabo bien, me llenan de euforia o algo similar, “la puta adrenalina” que dice un amigo que sabe de esto. Yo trabajaba en una discoteca de mucho público todos los días y venía curado de aglomeraciones, durante la mili, seguí trabajando los días que no hacía guardia, y lo del cuartel era como una fiesta.
La fuerza de la juventud y por lo tanto de la ignorancia de la gravedad real de lo que pasaba en aquellos momentos, a pesar de que yo ya llevaba algunas decenas de libros leídos sobre el comunismo y teorías cercanas que eran excitantes, creo que únicamente por lo peligrosas que resultaban si alguien inoportuno se enteraba de aquellas lecturas y conversaciones.
Nada conspirativas por parte mía o de mis amigos y conocidos de entonces, pero si lo suficientemente comprometidas si te pillaban “haciendo” algo indebido, en fin... nos creíamos los más osados entre los mortales por leer y prestarnos aquellos libros o periódicos que te pringaban de tinta las manos o la ropa.
La crónica de la noticia del magnicidio es apasionante.
Dicen que aquel asesinato cambió el futuro de España.
Yo nunca me he creído nada de esto, seguro que tras esta bomba se esconden muchas claves, por otra parte solo hay que recordar que ETA cuando puede sigue matando, pero desde aquella fría mañana, han pasado ya 36 años y ellos están ahí todavía dando dolor y porculo.
¿Le interesa a alguien su presencia?
Pues no lo se, pero parece que si."--
Dos semanas después se dictó acto de procesamiento contra Pedro Ignacio Pérez Beótegui, alias Wilson; José Ignacio Abaitúa Gomeza, alias Markin; José Miguel Beñarán Ordeñana, alias Argala; José María Larreátegui Cuadra, alias Atxulo; Juan Bautista Izaguirre, alias Zigor; José Antonio Urruticoechea Bengochea, alias Josu Ternera, y José Félix Azurmendi Badiola, sin alias conocido.
Componían el llamado Comado Txiquia de la banda terrorista ETA.
Pronto se conoció hasta el detalle más insignificante del atentado que había puesto, por primera vez en 34 años, al franquismo en jaque.
Sólo unos meses después del atentado, un activista de la banda, Julen Aguirre, lo contaba todo en un libro publicado en París: Operación Ogro. Cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco.
Parece obvio que fueron los matarifes de la ETA los responsables de la logística, los que excavaron la galería bajo la calle Claudio Coello y los que apretaron el botón. Ahora bien, sobre una versión oficial de los hechos impecable desde el punto de vista formal, se amontonan las preguntas:
¿quién estaba detrás de la muerte del almirante?
Y, sobre todo,
¿cómo pudo un comando etarra preparar un atentado durante más de año y medio en el mismo centro de Madrid, a una manzana de la casa de Carrero y a dos de la embajada de Estados Unidos?
Dicen que alguien, no se sabe quién, cómo ni dónde, pagó a la ETA 50 millones de pesetas por su impecable ejecución del atentado.
Un misterio más que añadir a los muchos que rodean un asesinato que cambió el rumbo de la historia de España pero del que jamás conoceremos todas sus circunstancias.
Lo subrayado es mi opinión personal
EL ARTÍCULO COMPLETO ESTÁ EN la web de FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA